La ciudadanía, en la sociedad de consumo, pierde su libertad de manera inconsciente. Renuncia a ella sin darse cuenta y finalmente, nos ocupamos del tener y del parecer más que del ser.
La promoción de imágenes absurdas, irreales, genera una pantalla que nos impide valorar la realidad y quiénes somos. Esto está perjudicando, especialmente, a nuestros jóvenes que viven en un mundo irreal, de filtros y “postureo” y les impide aprender a respetarse, quererse y hacer lo mismo con los demás.
La ley trans, en el punto en que aborda cuestiones relacionadas con los menores, debe tener en consideración el contexto en el que vivimos, especialmente tras una pandemia que ha sido especialmente dura para los más jóvenes.
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